lunes, 1 de septiembre de 2008

pastor por cuanto traicionastes a Cristo

PASTOR, ¿POR CUÁNTO TRAICIONASTE A CRISTO?

(Dirigido a quienes abrazaron las doctrinas heréticas de César Castellanos)

La manera más apropiada de llamar el tiempo en que vivimos dentro de la Iglesia es “¡EL TIEMPO DE LA TRAICION!” La traición que Judas le hizo a Cristo no fue más que la antesala de la traición que vendría veinte siglos después. Se ha dicho “que el peor enemigo del Cristianismo en nuestros días es la Iglesia”, y que “el sitio más peligroso para los jóvenes, adolescentes y niños, también es la Iglesia”. La primera afirmación se fundamenta en las herejías que con tanta facilidad penetraron en la Iglesia, y la segunda, en la pederastia (abuso sexual de niños) tan rampante dentro de la Iglesia Católica, el homosexualismo de sus sacerdotes, y el adulterio y divorcio tan común dentro de las iglesias Evangélicas. Los eruditos que dividen la historia de la Iglesia en siete períodos, según las Siete Iglesias de Asia Menor a las cuales escribió el apóstol Juan, nos dicen que la iglesia de Laodicea representa la iglesia apóstata que será dejada en la segunda venida de nuestro Señor. Nuestro Señor y el apóstol Pablo hablaron acerca de la gran apostasía que ocurrirá antes de que El venga, tema que se cubrió en el número de noviembre próximo pasado de nuestra revista. Me pregunto, esta apostasía tan apabullante, cínica, desvergonzada y sarcástica que estamos viviendo en la Iglesia ¿no se le puede llamar también “¡EL TIEMPO DE LA TRAICION!”?


Características de la Traición

Toda traición tiene dos puntos de referencia que son regularizadores: atropello a la conciencia y transposición de prioridades. La definición más simple y clara de conciencia, es: “Conocimiento interior del bien y del mal”. Este conocimiento no consiste en el aprendizaje de una disciplina, de una materia, de un oficio. No tiene que ver con la destreza con que uno se vale de sus manos para ejecutar maniobras complicadas. Es una habilidad que Dios ha colocado en cada individuo para diferenciar entre lo bueno y lo malo. Se le puede llamar discernimiento, aunque éste es un tanto más complejo.
Toda traición va acompañada indefectiblemente de un atropello violento e intencional de la conciencia. Cuando voluntariamente violentamos la conciencia descendemos al reino animal inferior, donde lo que se impone es el instinto y la pasión bruta. No es necesario ponerle una venda a la inteligencia y guiarse por el instinto para caer en el ámbito del animal bruto: ¡Se cae en ese sitio cuando la conciencia es pisoteada y el orden de prioridades transpuesto! El orden correcto de prioridades es compañero inseparable de una conciencia no violada. Una vez que la conciencia y el orden de prioridades son transpuestos surge como un vándalo LA TRAICION. ¡Y cuántos traidores hay en la Iglesia! Traidores a sus conciencias, a su orden de prioridades, a sus añejas convicciones, a sus iglesias, a la sana doctrina, a la Biblia, a sus ministerios, y… ¡a nuestro Señor Jesucristo! ¡Qué ingenuos somos con la fe cristiana! Pensamos que un traidor es uno que dejó nuestras filas para hacerse católico, comunista militante, mormón o testigo de Jehová.
¡No, hombre! Hay traiciones más sutiles y malignas, embetunadas con la sofisticada farsa de una falsa piedad, y son estas traiciones rastreras a las cuales nos gusta cortejar. De ahí que la traición y la hipocresía siempre van tomadas de la mano. La traición y la hipocresía son indicios de apostasía. Lo indignante de todo este embrollo es que cuando se habla de apostasía se piensa en la Iglesia Católica, la Iglesia de Laodicea, la Iglesia Papal, la Iglesia Imperial. Esto es, “otros”, pero de ninguna manera “nosotros”. Y tenemos la desvergüenza de no detenernos para examinar nuestras vidas, y si lo hacemos, somos tan deshonestos que no encontramos ninguna falla. Como en una ocasión me dijera un miembro de una iglesia que pastoreaba: “Pastor, ¿se ha fijado que usted y yo somos los únicos santos que quedamos en esta iglesia?... aunque yo no estoy muy seguro de usted”.
¿Y a qué va este lenguaje agresivo? ¡A la sencilla razón de que nos hemos hecho tan alcahuetes con la herejía, el entretenimiento, la adoración circense, la predicación aguachenta y juglar, el comercialismo, la mundanalidad, el pecado abierto, los cantantes chabacanos, la burocracia, la politiquería aldeana y descarada, el apadrinamiento, el nepotismo, que todo esto no nos hace ni cosquillas!
Mientras tanto, la TRAICION a Cristo sigue su incesante galopeo arrastrando a la Iglesia al inevitable desastre que le espera. Pero la Iglesia no se da cuenta porque se encuentra envuelta en chiflidos, saltos marsupiales, danzas tribales, aplausos robóticos, y una liturgia más artificial y rastrillada que un discurso político.


Pastor, no digas que no sabes lo que haces

¡Cualquier ministro de la Iglesia de Dios, que haya estudiado en una escuela bíblica, que tenga un conocimiento somero de la Biblia, y que haya leído los libros de César Castellanos y abrazado su movimiento es un traidor a Cristo! ¡No es posible que mis nietos, cuyas edades oscilan entre catorce y ocho años, distingan las sandeces de los Castellanos cuando yo se las leo, y los pastores de la Iglesia de Dios no, al contrario, las defiendan y promuevan! ¿Por qué lo hacen, entonces? Porque la conciencia y el orden de prioridades han sido bombardeados por otros intereses que no provienen de Dios, sino de la carne y del demonio. Si lo niegan, ¡mienten! ¿Son el primer caso de traición en la historia? ¡No, hombre! Sencillamente siguen el laberinto que otros en la Biblia han andado. Esaú trocó su primogenitura por un plato de lentejas (Génesis 25:31-34), pero… después no tuvo oportunidad de arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas (Hebreos 12:16,17); Acán traicionó a Josué y al pueblo de Israel por un manto babilónico, un lingote de oro y doscientos siclos de plata (Josué 7:16-26); hizo que Israel sufriera una penosa derrota por su culpa, lo que no importó para él en comparación con su botín; pero… su traición le llevó a la muerte; Giezi traicionó a Eliseo y la causa de Jehová. Consiguió los dos talentos de plata y los dos vestidos nuevos (2 Reyes 5:20-27), pero… su traición atrajo sobre si la lepra de Naamán; Judas se codeó con las altas autoridades de Israel y de ellas consiguió treinta monedas de plata en canje por nuestro Señor (Hechos 1:18), pero… terminó reventado por la mitad y con sus entrañas derramadas… ¡es que las traiciones se pagan muy caras!


Una iglesia híbrida

La hibridación “es la fusión de dos células de distinta estirpe para dar lugar a otra de características mixtas”. El adjetivo “híbrido” es, por lo tanto, “lo procreado por dos individuos de distinta especie”. En el Valle del Yaqui, Sonora, México, de donde provengo, un científico norteamericano trabajó muchos años hasta que produjo, mezclando muchas variedades de trigo, uno cuyo tallo es corto pero la espiga larga. Con las variedades anteriores, las cosechas rendían una tonelada por hectárea; con su descubrimiento híbrido, seis y siete. Su labor fue reconocida con el premio Nóbel. Pero, los científicos después encontraron que el trigo híbrido que él creó no tiene las ricas propiedades alimenticias que tienen los anteriores. ¡Un descubrimiento pomposo que hizo más daño que bien! ¡Así es la iglesia híbrida de nuestros días: pomposa, pero vana! ¡Mucho ruido y pocas nueces! ¡Mucha gente, pero pocos santos! ¡Muchos músicos, pero pocos misioneros! ¡Muchos programas, pero nada permanente! ¡Muchos camaleones y convenencieros, pero pocas voces proféticas! ¡Muchos burócratas, pero pocos siervos! ¿Y la Iglesia que Cristo fundó? ¡Bien gracias, escondida en el libro de Los Hechos! ¡A ver quién la descubre!


H. A

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