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La forma de preparar el pavo, los encuentros e, incluso, los roces familiares son algo común en los millones de hogares estadounidenses el Día de Acción de Gracias, una fiesta que está perdiendo su aroma tradicional y se abre a otras formas de celebración.
En un rojo menos vivo que los de Halloween y Navidad, las llamativas celebraciones que lo enmarcan en el calendario, el último jueves de noviembre destaca, desde hace más de dos siglos, como la fiesta más familiar del año en Estados Unidos.
Con semanas de antelación, profesores de todo el país empiezan a recordar a los niños que esta celebración, que tiene lugar en torno a la mesa, es celebrar la primera cosecha de los colonos ingleses, aquellos que al despuntar el siglo XVII llegaron, a bordo del icónico Mayflower, a las costas del nuevo mundo.
Pero, como en casi todas las fiestas, el origen de la tradición ha perdido importancia, y son pocos los que recuerdan a los peregrinos cuando se sientan a cenar. Como son pocos los que reconocen en el menú de ese día los rastros de los primeros frutos de aquella plantación de Plymouth (Massachussetts).
Pero la fruta seca, la calabaza y las verduras que ayudaron a los colonos a sobrevivir los crudos inviernos de nueva Inglaterra siguen teniendo hoy una cita con el mantel, ya sea como acompañamiento, salsa, o pastel horneado.
En cambio, la carne que cocinaron para acompañar el festín fue de ganso, oca, pato o incluso fueron langostas, en esos tiempos abundantes en la zona y, desde luego, no tan apreciadas ni tan caras. Vamos, nada que ver con el pavo imprescindible en la mesa de la Acción de Gracias contemporánea.
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GRACIAS POR EL PAVO


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Aunque no está claro cómo llegó a convertirse en el protagonista de esta comida, el pavo estructura el menú de un 88 por ciento de los estadounidenses en esta fiesta, según la Federación Nacional del Pavo.
Su carne blanca acepta todo tipo de complementos: desde los más tradicionales, como la salsa de arándanos, el jugo del asado, el puré de patatas y los boniatos, hasta innovadores rellenos picantes o alegres aspersiones de brandy.
Los hispanos son particularmente creativos en su preparación del ave: mientras muchos la rellenan con picadillo de puerco, yuca y tocino, los boricuas residentes en el país no han dudado en inventar el "pavochón", que viene de pavo y lechón, y es una variante adobada que presume de otorgar al pavo la jugosidad del lechón.
Los vegetarianos, por su parte, se esmeran en cocinar otra mutación del pavo menos sabrosa: la preparada con tofu. Y no son los únicos detractores de la gallinácea, que muchos excluyen del menú por insípida, en beneficio de alternativas de alta cocina o de los clásicos pasteles de calabaza y de nueces.
Por su parte, los menos diestros en la cocina hacen reservas con semanas de antelación en exclusivos restaurantes, o incluso recurren a los productos preparados de los hipermercados para no quedarse con las ganas de comer el ave más famosa de la temporada.
Desde luego, cada vez más, hay colas para recoger el pavo ya asado y todos sus aditamentos ya elaborados y listos para "recalentar".

GRACIAS POR LA FAMILIA


Con pavo o sin pavo, el aire gastronómico de esta comida que se toma a primera hora de la tarde, no oculta el objetivo último de la cena: reunirse con los seres queridos, especialmente aquellos que viven en el otro extremo del país, para un banquete en el que, por supuesto, no faltan las tradicionales rencillas familiares.
Por eso, como, además, el esperado reencuentro no es barato, últimamente la presión en los bolsillos reduce el número de comensales en muchos convites de Acción de Gracias, cuyos invitados optan por ahorrarse la gasolina y organizar una sencilla cena en casa o una económica escapada con los amigos.
Estas tendencias, popularizadas en el siglo XXI, llegaron a su máximo esplendor el año pasado, cuando los viajes por carretera disminuyeron por primera vez desde 2002.
Este año, sin embargo, la Asociación Estadounidense del Automóvil (AAA) es algo más optimista, y estima que las restricciones ligadas a la crisis se habrán suavizado lo suficiente como para permitir 38,4 millones de desplazamientos, un millón y medio más que en 2008.
En cambio, la recesión sí hará que se resientan las ventas de billetes de avión, siguiendo la tendencia que hace que, desde 2000, sean pocos los estadounidenses que dan gracias desde las playas de Hawaii o las Bahamas.
De cualquier forma, la obsesión por el ahorro no es el único motivo que impide que Acción de Gracias siga la estela de Navidad, fecha en la que cada vez son más los que cambian el regreso al hogar por un retiro paradisíaco.
La fiesta del pavo es, ante todo, familiar; y el apego a esta tradición que tienen los estadounidenses -es uno de los pocos días del año en el que cierra el comercio- hará difícil que las abuelas del país se encuentren con una mesa desierta.

GRACIAS POR LAS REBAJAS

Si los amantes incondicionales de Acción de Gracias se quejan de que algunos lo vean como un puente largo más y de que haya perdido su inicial componente espiritual, la gota que colma el vaso llega el día siguiente, con la oleada de rebajas y ofertas imposibles de evitar que invaden las grandes superficies.
Con los estómagos aún empachados por el banquete, miles de estadounidenses se agolpan a las puertas de las tiendas, dispuestos a arrasar con los precios de escándalo que caracterizan el llamado "Viernes Negro".
El nombre de la fecha, convertida para muchos en una tradición casi tan importante como la de la víspera, alude a la enorme ganancia que logran apuntar en sólo un día los minoristas, que aspiran a convertir en negros sus angustiosos números rojos.
En tiempos de crisis, las rebajas del viernes negro se han extendido además a las semanas siguientes, aprovechando la proximidad de la temporada de compras navideñas.
Por si fuera poco, las tiendas online esperan a que los consumidores vuelvan al trabajo para celebrar el "Ciberlunes", día en que las compras por internet se multiplican a base de rebajas virtuales.
Con el "viernes negro" y el "ciberlunes" se desmonta el mito de la austeridad y el recogimiento de Acción de Gracias. Y los escaparates saltan de las calabazas de Halloween a las luces navideñas.

GRACIAS POR LA TRADICIÓN

Una vez decidido el menú, con el viaje preparado y las rebajas dispuestas, los estadounidenses se fijan finalmente en la base de la fiesta: dar gracias.
El concepto es tan amplio que cada uno lo interpreta a su manera: desde las celebraciones religiosas y las bendiciones de la mesa, hasta las donaciones a la caridad y las acciones por los más desafortunados, que buscan parecerse a las que los nativos hicieron por los agradecidos peregrinos.
Pero la visión de la fiesta de los indios americanos es bastante distinta. Desde 1970, muchos viajan a la zona de la plantación original para celebrar el Día de Luto Nacional, en el que conmemoran el genocidio, el robo de tierras y la exclusión social que creen que sufrieron los indios Wampanoag a cambio de su ayuda a los colonos.
Para las familias anglosajonas, en cualquier caso, el pavo relleno y la salsa de arándanos representan algo que poco tiene que ver con lo que ocurrió en la plantación: la calidez del hogar, la alegría del reencuentro y, sobre todo, los placeres de la mesa. Al menos un día al año, en casa.