jueves, 26 de noviembre de 2009

dad gracias en todo

http://www.menonitas.org/coleccion/articulo12.htm

El final de 1 Tesalonicenses (6º de 10)

Dad gracias en todo

Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.

—1 Tesalonicenses 5.18

Habría que empezar por observar que el apóstol no dice «Dad gracias por todo», como si todo lo que nos sucede fuese maravilloso, escondiendo alguna secreta bendición a pesar de nuestra torpeza cuando nos parece fatal o inaceptable. El apóstol no dice que haya que darle gracias a Dios por las guerras, los terremotos y huracanes, el sida y el cáncer, niñas violadas y trata de blancas, el hambre y la miseria en que vive la mayoría de la población de la tierra. No dice que haya que darle las gracias a Dios porque se nos muera un ser querido en la flor de su vida, joven, lleno de ilusión y proyectos de futuro. No dice que tengas que agradecer a Dios por el motivo de que después de años de amistad y confianza mutua, tú y tu mejor amigo ya no os habláis.

Estas cosas y otra muchas son profundamente trágicas, y pronunciarse agradecidos por ellas sería aberrante, quizá incluso una blasfemia. Recuerdo la vergüenza ajena que pasamos todos en una ocasión cuando un pastor, pretendiendo manifestarse como ejemplo de fe y enorme piedad, anunció poco después del suceso: «Doy gracias a Dios porque se murió mi esposa». Esto ocurrió de verdad —no me lo invento— y se basaba en no haber observado que no es lo mismo dar gracias en todo que dar gracias por todo.

Pienso que dar gracias en todo viene a ser —en primera instancia— prácticamente lo mismo que lo que había puesto ya el apóstol en 1 Tes. 5.16: «Estad siempre gozosos». Pienso que tiene que ver con una actitud fundamental ante la vida. Se trata de una actitud de confianza en Dios, una actitud de disfrute de la vida como algo fundamentalmente bueno, a pesar de sinsabores y tragedias. Dar gracias en todo es encomendarse a la protección del Creador que todo lo hizo bueno en un principio y cuyo proyecto magno a largo plazo para la creación, es devolverla a su bondad primordial.

Pienso que se trata también —en segundo lugar— de reconocer en todo momento que es un privilegio conocer a Dios y disfrutar de una relación filial con Dios por medio del sacrificio reconciliador de Jesús en la cruz. Quien conoce y ama a Dios por medio de Cristo tiene motivos de sobra para estar agradecido en todo momento, por muy mal que se presenten las circunstancias. Agradecer a Dios en todo momento es ser justo con Dios, que nos amó y nos salvó y nos perdonó, de manera que el mal trago que podemos estar pasando ya no es un castigo (porque Jesús cargó ya en la cruz con nuestro castigo) sino una circunstancia difícil que con su amor y apoyo sabremos superar.

Y en tercer lugar, pienso que con estas palabras el apóstol está ofreciendo un consejo práctico para hacer efectiva y real el consuelo de Dios en medio de circunstancias difíciles o incluso trágicas. Agradecer a Dios en todo momento es disponerse a recibir la consolación del Espíritu Santo. Cuando uno se eleva por encima de sus propias circunstancias y empieza a proclamar la verdad de la grandeza y la bondad de Dios, expresando la justa gratitud ante su bondad y amor inefables, suele producirse un efecto terapéutico en el alma. Cuando uno está dispuesto a decir «A pesar de todo te expresaré mi gratitud, por todo lo que has hecho ya por mí y porque creo que estás conmigo ahora y me ayudarás a enfrentar el futuro», nunca se sabe cuál puede ser el efecto final. Se manifiesta así una fe liberadora, que dará rienda suelta al Espíritu de Dios para lo que Dios quiera hacer...

Dionisio Byler, Boletín CEMB Nº 67, abril 2001

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